Centre Picasso – Horta de Sant Joan

<h2 style="line-height:46px !important;">Manuel Pallarès i Grau<br /><span style="font-size: 40px;">(El primer amigo de Picasso)</span></h2>

Nace en Horta de Sant Joan el 6 de marzo de 1876. Muy pronto muestra predilección por el dibujo y la pintura en detrimento de los trabajos de payés o en el molino de aceite de la familia. Consigue que su padre le permita estudiar en la Escuela de Bellas Artes, situada en el edificio de Llotja, en Barcelona.

El primer día de clase del curso 1895-96 se sienta al lado de un chico malagueño, cinco años menor que el, llamado Pablo Picasso. A pesar de la diferencia de edad y de carácter, el serio y discreto Manuel y el impulsivo Pablo se entienden en seguida. Es el inicio de una amistad que durará 78 años, todo un récord.

La familia Picasso acepta de buen grado al nuevo amigo de Pablo, piensan que será una buena influencia, el hermano mayor que no tenía. Tanto es así, que Manuel Pallarès llegó a ser ayudante del padre de Picasso, que era profesor en Llotja. Años después, cuando Don José Ruiz se jubila, Pallarès ocupa su plaza de profesor.

Los años decisivos de aprendizaje de la vida, los comparten intensamente ambos amigos. Los días de Llotja, los paseos por la Barcelona de final de siglo, la vida alegre de las cupletistas del Paralelo, la ilusión de compartir el primer estudio, la aventura del primer viaje a París y, sobre todo, los nueve meses que pasan en Horta, de junio de 1898 hasta enero de 1899.

Picasso, invitado por su amigo, va a Horta a restablecerse de una enfermedad, pero aquellas vacaciones de verano se convierten en ocho meses de nuevas y apasionantes sensaciones. El mes de agosto de 1898 Picasso y Pallarès deciden pasarlo en el interior de Els Ports, en medio de una naturaleza silvestre, allí Picasso experimenta «las emociones más puras», pintando junto a su amigo; deja de ser Pablo Ruiz para convertirse en el genial pintor Picasso.

Pero pronto, sus caminos artísticos se separan, Picasso se sumerge en las nuevas vanguardias mientras que Pallarès se mantiene fiel al academicismo y a la tradición pictórica, pero su amistad, lejos de romperse, se mantiene fuerte; se mueven por ambientes muy distintos y la amistad, por encima de conceptos estéticos, es estrictamente humana y sentimental.

Durante los últimos años de sus vidas comparten unas semanas en el verano, en casa de Picasso, hablando y recordando los tiempos felices de juventud. Picasso recuerda a todo el mundo que aquel es su primer amigo, el que le salvó la vida en Els Ports d’Horta cuando estaba a punto de caer en un caudaloso rio y morir ahogado ya que no sabía nadar.

En abril de 1974, moría Manuel Pallarès, justo un año después de la de su gran amigo, Pablo Picasso.

 

Texto de Josep Palau I Fabre

La historia nos relata algunos casos de gran amistad. El más conocido, el más “clásico”, es el de Aquiles y Patroclo.

Pero lo cierto es que no conozco, en el plano real, ningún caso de amistad tan duradero como el de Picasso y Pallarès. Iniciada durante el mes de octubre de 1895, el primer día del año escolar, durará hasta el 8 de abril de 1973, día de la muerte de Picasso, es decir, que se extiende cerca de 78 años. Y ahora que, tal y como sucede siempre. -o quizás ahora más que nunca- las relaciones humanas son tan frágiles; ahora que parece estar de moda hablar mal de Picasso y encontrarle defectos, es bueno recordar esta amistad ejemplar, que nos revela el carácter íntegro e insobornable del gran artista. Un día, Picasso dijo a Pallarès -el cual acababa de sacarlo de un contratiempo, al querer atravesar una caudalosa corriente de agua en los Puertos del Maestrat-: “Nunca olvidaré que me has salvado la vida”. Y, en efecto, Picasso nunca lo olvidó. Tuvo palabra. Habiendo conseguido la máxima gloria en vida, sus relaciones con Manuel Pallarès, aquel pintor apenas conocido, no se alteraron. Éste es, para mí, Picasso. El gran artista, que todos reconocemos, no nos ha de impedir que recordemos su calidad humana.

Aún diría más: diría que el amor es el valor supremo para Picasso; pero es consciente de su fragilidad. En cambio, la amistad en la que no intervienen factores tan contingentes como la sensualidad y las obligaciones legales, puede permanecer incólume, libre y mantenerse en un plano platónico a lo largo de toda la vida.

Josep Palau i Fabre

Obras de Pallarés

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